*crónica de concierto* APHONNIC en Barcelona

Estamos viviendo el resurgir de la música en directo. Realmente estamos siendo testigos a un fenómeno que no habíamos visto nunca: el juego de la silla en clave musical.


Opinión: Reconozco que acudí a la sala Bóveda con muchas incógnitas por resolver. La primera de ellas era comprobar la respuesta del público. Muchos economistas nos decían que este otoño sería como ´los felices años 20´ y que estaríamos todos bebiendo champagne don perignon y comiendo caviar ruso como si no hubiera mañana. Y si uno atiende a ciertas publicaciones de instagram, puede comprar esa idea, pero la realidad que percibo en mi día a día se asemeja más a una película de intriga.

Por ello, no me sorprendí del todo al ver que el aforo no cumplía las expectativas iniciales. Pero, sinceramente, aunque entiendo que para los vigueses no tuvo que ser nada fácil de digerir, pareció que no lo tuvieron muy en cuenta al llevar su Metal con diversas influencias a nuestros tímpanos de una forma efectiva y contundente.

Y es que los que asistimos al evento pudimos disfrutar de una actuación muy trabajada, donde cada uno de los miembros del grupo sabe cuál es su papel y donde la coordinación es total. Con un sonido mejorado tras la última vez que los vi ( Rocksound) y con el acompañamiento de complementos sonoros que aportaron dinamismo a la propuesta.



Análisis: cuando una banda tiene ya un repertorio de canciones como el que tiene Aphonnic, el riesgo de dar un mal concierto se minimiza. Además, si a ello le sumamos el carisma de su vocalista, el resultado tiene muchas probabilidades de ser satisfactorio. Y es que, uno, viendo a los gallegos, tiene la sensación de estar ante ese tipo de conjuntos que deberían ser tenidos más en cuenta. Y es que, a mi modo de ver, están infravalorados. No sé la razón, pero dan más de lo que reciben.

Temazos como ´Aquellos Maravillosos´ ´Ombligos´ o ´Confía´ son hits en potencia que podrían sonar en las radios a todas horas. Poseen la melodía necesaria para ser coreables y la caña justa para no ser pastelitos de crema.



Conclusión: la actitud de la formación es destacable. Las sonrisas de complicidad cada vez que Alén recibía la presencia cercana de uno de sus compañeros ante su imponente batería, resume bien a las claras el motivo de porqué estos muchachos se han recorrido cientos de km en una mañana fría de otoño para tocar encima de un escenario una hora y media de reloj. Eso y las caras de dos peques qué disfrutaban del directo con enorme felicidad, son las dos principales cosas que me llevo del bolo. Pasión y disfrute pese a las piedras del camino. Rock and Roll en su pura esencia.


NOTA: 7/10


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