Muchas generaciones no vimos jugar a Kempes. Sabemos por vídeos que fue el mejor de su época. ´Nuestro Messi´ que se dice en Valencia. El partido de Copa contra el Real Madrid es un regalo de autoestima para los días en que somos humillados en campos como el del Mallorca o en el del Atalanta. Nos recuerda que fuimos grandes, y qué, pese a todo, lo seguimos siendo a nuestra manera.
Creo que Mario Alberto explica el hecho de que idolatremos a aquel jugador que destaca en unos cuantos partidos. Nos pasó recientemente con Guedes y no hace tanto con David Silva. Si lo analizas fríamente, ambos jugadores nos han dado pocos buenos momentos, pero quedarán en nuestra memoria como futbolistas diferenciales.
El fútbol todavía se contaba en millones de pesetas
Pero mucho antes, cuando el campo se llamaba Luis Casanova y Paco Roig era el que mandaba, un montenegrino nos enamoró. Su carácter ganador, su calidad técnica y sobre todo su capacidad goleadora, hicieron que todos lo idolatrasemos.
Yo era un crío en aquellos años, pero recuerdo su fichaje y su primera pre-temporada. No esperaba gran cosa de él, y quizá por eso me impactó tanto. Tuvimos buenos años con él, con la camiseta de Mediterránea y luego con la de Ford. Hubo derrotas dolorosas como el 7-0 en Karlsruhe (en aquel momento íbamos líderes en LaLiga) o la de la final contra el SuperDepor (que vi en directo en Madrid).
Pero se fue. Mi primera gran decepción. Era un adolescente que no había tenido novia nunca, y aquel adiós fue como mi primera vez con corazón roto. No lo entendí. Si le dábamos todo. Era nuestro referente.
El fútbol todavía se contaba en millones de pesetas y el Marca era la Biblia. Dolió. Desde aquella nada volvió a ser igual. Vicente, Villa, Baraja, Ayala, nos dieron títulos. Pero la frescura del primer amor no es una huella fácil de borrar.
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